Por definición, los aeropuertos son espacios de tránsito. Uno llega, uno se va. Esto es: en los planes de nadie –o mejor dicho, de casi nadie; los caminos y las filias del ser humano son inescrutables– está quedarse en ellos. Es más, cuando uno se ve forzado a estar más tiempo del que tenía en mente, suele sentir una sensación de ahogo motivada por la sorpresa, la decepción, la angustia, las ganas de irse a casa, las ganas de llegar a otro destino, el clásico 'por favor, ¿pero cuánto retraso tiene este vuelo?', etc. Es algo parecido a lo que sucede enLa isla de asfalto, esa novela terrorífica de J.G. Ballard en la que un hombre se queda atrapado accidentalmente en una porción de carretera por la que no pasan coches y no puede salir...
Una hora de retraso de un vuelo puede equivaler para los seres humanos más impacientes a un año de vida, así que lo mejor es afrontar esta situación con otros ojos. Todo depende del cristal con que se mire, ¿verdad? Por eso hemos elaborado una lista de 10detalles/curiosidades/divinas rarezas que son merecedores de pasar más tiempo en un aeropuerto que las dos horas de antelación con las que se recomienda llegar a un aeropuerto antes de volar. Así, si tienes pánico al momento retraso/cancelación/lista de espera y te encuentras en uno de ellos sabrás reconducir la situación y disfrutar de ese tiempo extra. Y si eres de esa raza superior y evolucionada de seres humanos a los que no les importa esperar, pues la disfrutarás el doble.
Es más, proponemos una variante de ese bizarro y célebre pasatiempo llamadotrainspotting –que consiste en apostarse en las estaciones de tren, fichar todo tren que pasa y anotar el número de serie de su motor– y convertirlo en airportspotting. ¿Qué haría el airportspotter? Elegir a propósito el aeropuerto en el que va a aterrizar/despegar su vuelo para encontrar y probar aquello que le hace especial y merecedor de pasar más horas en él. Y así, el buen airportspotter iría tachando de su lista...
1. La visita al Aeropuerto de Juancho E. Yrausquin, en la isla caribeña de Saba, o el aeropuerto más pequeño del mundo. ¿No es un poco paradójico empezar con un aeródromo... diminuto (mide poco más de 400 metros de largo, el equivalente a 1.299 pies)? En absoluto, si estás aquí es porque tienes permiso expreso para aterrizar y porque, probablemente, hayas llegado en un jet privado.
2. La visión de 'la caja de la amnistía de la hierba' (y donde lees hierba quiere decir marihuana o similares; pot amnesty box en inglés se llama el invento) que invita al viajero que pasa por el aeropuerto de Colorado Springs que no haya terminado de fumar todo lo que tenía pensado fumarse a dejarlo en esa cajita mágica.
3. El asombroso y asombrado paseo por el sendero natural que vertebra el Aeropuerto Changi, de Singapur, y que lleva el correctísimo y adecuadísimo nombre de Jardín de las Mariposas porque, además de poético, en él hay más de 1.000 ejemplares de esta especie.
4. La audición de los extraños y altísimos sonidos que emiten los coches que circulan por ciertas partes del Aeropuerto de Heathrow, en Londres, para ahuyentar a los pájaros de las pistas de despegue y aterrizaje. Que nadie se alarme porque no hay ninguna intención de tratarles mal, sino todo lo contrario, porque que haya aves en las pistas puede ser motivo de accidente.
5. El alucine que produce ver la torre de control más alta del mundo en el Aeropuerto Internacional New Bangkok, en Tailandia. Mide 434 pies, lo que equivale a algo más de 132 metros de altura, lo que equivale a un rascacielos de 40 plantas.
6. La sensación de ser algo muy pequeño perdido en algo muy grande. Y esta vez no es el universo, sino el Aeropuerto King Fahd Internacional, en Arabia Saudi, el cual tiene una extensión de 192.000 acres de tierra o casi 78.000 hectáreas. Para que te hagas una idea: es más grande que algunos países (Baréin, por ejemplo).
7. La experiencia de haber jugado al golf en Hong Kong. Pero no en un campo de golf en alguna zona privilegiada y tampoco en un mini golf en un hotel... No, no. Haber jugado al golf en el Aeropuerto Internacional de Hong Kong; más concretamente, en el de nueve hoyos que hay en la Terminal 2 y que está totalmente abierto a los viajeros.
8. Haber subido al avión de la forma más relajada y elástica y pacífica posible después de haber hecho yoga en el Aeropuerto Internacional de San Francisco y en el Midway, de Chicago. Para poder entrar solo hace falta un requisito: que tu vuelo tenga un gran retraso. Ellos ponen las esterillas y tú las ganas de hacer tu mejor saludo al Sol.
9. La certeza de tener la mejor higiene y salud dental posibles. No, nos hemos vuelto locos... Atención: en el Aeropuerto Internacional de Sao Paulo/Guarulhos, en Brasil, los viajeros que estén en la Terminal 2 pueden ir al dentista y hacerse una limpieza o un blanqueamiento dental (entre otras cosas).
10. El gozo de vivir una situación fuera de la ley, en el Aeropuerto Internacional de Nashville. Aquí tienen una licencia alcohólica de bastante manga ancha (tanto que parece la de un kimono japonés) que permite a sus viajeros ir con sus cócteles en mano allá donde quieran. ¿Que es eso de beberte la cerveza o la copa a toda prisa porque están llamando a embarcar cuando puedes tomártela bien tranquilo en la misma puerta?
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