De gran importancia resulta ser la propuesta de la Asociación Colombiana de Industriales (Andi), de promover un gran proyecto que les permita a las ciudades Santa Marta, Barranquilla y Cartagena constituirse en un gran polo de crecimiento y bienestar. Ciudad Caribe Colombia es una propuesta con grandes posibilidades para la gestión ambiental territorial y que, desde el norte del país, tendría implicaciones nacionales. Descentralizar el crecimiento económico es un imperativo para este país. No sólo por el sobrecosto que implica producir “más cerca de las estrellas”, sino por la probada vulnerabilidad de los territorios de la montaña andina tropical. Pero, además, la construcción de la marca Ciudad Caribe podría beneficiarse de los atributos naturales de la región, convirtiéndola en la primera gran región urbana verde del país. Basta mirar el mapa: entre Cartagena y Santa Marta, por no decir hasta Dibulla, se encuentran cinco parques nacionales y numerosas reservas que le permitirían a esta nueva identidad urbano-regional constituirse como destino ecoturístico de talla mundial. No sería solamente la Sierra Nevada de Santa Marta —la montaña nevada al pie del mar más alta del mundo—, con su parque de selvas montañosas y salpicada de ciudades ancestrales, sus reservas privadas y territorios indígenas, o la Ciénaga Grande y su gran complejo de humedales, el más importante del Caribe, hoy en peligro. Tampoco sería sólo el Tayrona, uno de los litorales más hermosos del mundo tropical, o las muy visitadas islas del Rosario. No. El destino podía ser la misma Ciudad Caribe. Aunque toda comparación es odiosa, podría ponerse a la par en diversidad de atractivos naturales con la Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, rodeada y conectada con magníficas reservas naturales. Si bien es cierto que el Parque Tayrona y la Sierra Nevada de Santa Marta ya son referente mundial para el turismo basado en la naturaleza, no basta solamente con tener allí los atractivos. Hay que desarrollar los destinos en una mirada regional urbana. Y para ello, no puede seguir pasando que lo urbano se siga tragando la naturaleza. En Santa Marta es deplorable ver la mala urbanización de sus cerros secos, que en sí mismos serían atractivos; valdría recordar los magníficos parques de cactáceas en las inmediaciones de Phoenix, Arizona, en Estados Unidos. Tampoco puede continuar el deterioro vergonzoso de la Ciénaga Grande de Santa Marta y, menos, afirmaciones como las que se han escuchado por estos días, según las cuales el Parque de Salamanca —que ostenta la categoría de Vía Parque— es una oposición al desarrollo de la conectividad vial. La oportunidad está planteada, ahora que Colombia comienza a aparecer en el mapa ecoturístico mundial. Las áreas protegidas del Caribe y la infraestructura verde de la gran ciudad pueden ser el eje físico e identificador de esta integración regional. La unidad de Parques Nacionales debe superar el atraso en el desarrollo de infraestructura adecuada y sistemas de gestión para el uso público de los parques naturales nacionales. Mejores parques para una mejor ciudad regional. No se trata sólo de la conservación per se, sino su integración con el ser humano. Hay excelentes ejemplos en la región, como reservas privadas, y el potencial de un turismo respetuoso con la naturaleza y la cultura en las tierras indígenas es enorme.
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