lunes, 19 de junio de 2017

8 arcos de roca perfectos para un ‘selfie’

Ruta por monumentales puertas de piedra que la naturaleza ha horadado en la costa española


Pont d’en Gil, Ciudadela (Menorca)
 
Esta “artesanía de olas y milenios”, en palabras del poeta José Hierro, responde a caprichos erosivos y, por ello, tiene una cualidad efímera como evidenció el pasado mes de marzo el derrumbamiento de la Ventana Azul de Malta a causa del fuerte oleaje. Se trata de farallones en forma de puente o arcadas pétreas que parecen enmarcar el gran azul. Conocíamos los arcos de la playa de Las Catedrales, en la costa de Lugo, pero hay más en otros rincones de España (y sin tanta gente).
Aparcamos tras el Menorca Sea Club de Cala En Blanes y nos disponemos a disfrutar de una caminata de 10 minutos por una costa virginal hasta lograr el ángulo visual requerido para ver la arcada que se abre en medio del Pont d’en Gil, espigón rocoso desde cuya ubicación es imposible observar la caída del sol sin conmoverse. La zona está repleta de cuevas submarinas.


El Jurado, Betancuria (Fuerteventura)

En la playa de la Peña Horadada y en horario de bajamar es posible situarse debajo de un arco monumental. Camino de Ajuy (Pájara), tras rebasar el punto kilométrico 2, tomamos a la derecha la pista (sin señalizar) que comunica con el barranco de la Peña. Bajo el conjunto escultórico arqueado se forma una piscina en bajamar, y durante la puesta de sol el deslumbramiento es, si cabe, mayor. Un tubo volcánico erosionado sirve de tobogán. En Ajuy espera el pescado frito de La Jaula de Oro.



Castro de Las Gaviotas, Llanes (Asturias)

En cuanto a farallones (castros), no hay litoral tan ubérrimo como el llanisco. En él sobresale el islote de las Gaviotas o Desfuracado, suspendido en dos pilares calizos asimétricos, lo cual lo estiliza. En Villahormes buscamos la playa de La Huelga. Antes de embocar la bajada, se toma la pista a mano derecha que conduce al aparcamiento, desde donde se contempla el castro bajando por los escalones de La Canalina. También podemos bordear el acantilado unos 300 metros hasta enfilar el castro a gusto del viajero. Para fotografiarlo desde la arena de La Huelga es imprescindible horario de bajamar.




Es Pontàs, Santanyí (Mallorca)

Al pintor paisajista argentino Francisco Bernareggi debemos la inclusión de este islote hueco en el imaginario colectivo balear. En Cala Santanyí hay que obedecer las señales a Es Pontàs y aparcar cerca de la calle Sa Cova des Vell Marí, de donde parte el sendero que en cinco minutos nos deja en una de las cinco estelas que el escultor Rolf Schaffner fijó en los confines europeos. De allí se baja al mirador del acantilado. La monumentalidad de la geometría, lejos de empequeñecer y alejar al espectador, acrecienta la sensación de proximidad. Con buen tiempo llegan hidropatines desde las calas de Llombards y Santanyí, no faltando imprudentes que se encaraman a su estructura.




Charco Manso (El Hierro)

En la isla de El Hierro contamos con cuatro arcadas de gran fuerza estética. Por Echedo bajamos a la piscina natural de Charco Manso, en cuyas coladas crece vegetación de inflorescencia amarilla. No, el apelativo de manso no puede extenderse al resto del paraje: a la izquierda, con los bufaderos por donde entran olas rabiosas; a la derecha, con un arco continuo de gran tamaño. Uno de esos raros accidentes naturales que el hombre ha llenado de significado simbólico: en el libro El Hierro, formas mágicas, de Javier Bello, se sugiere el abrazo de dos elefantes.



El Canto del Diablo, Piélagos (Cantabria)

El parque geológico Costa Quebrada se extiende de Liencres a Santander, cuyo Puente del Diablo se vino abajo por un temporal en 2010, igual que la isla Foradada cinco años antes. El urro Manzano, este sí, resiste en la antigua línea de costa, 150 metros mar adentro. Desde la playa de Portio hay que subir al acantilado de su banda derecha para fotografiar una fascinante perspectiva de urros (farallones) y, caminando 300 metros hacia el este, del erosionado portalón llamado Canto del Diablo muy posiblemente por su apariencia de animal fabuloso.



Roca Foradada, Torroella de Montgrí (Girona)

Los arcos antes de formarse en la rompiente fueron a menudo oquedades descompuestas en medio de penínsulas calcáreas. Tal ocurre con la roca Foradada, arco tunelado de 35 metros de largo por 3 de alto en su punto más bajo, situado al norte de L’Estartit, en el parque natural del Montgrí, Islas Medas y Bajo Ter. Se puede contemplar justo antes de bajar a pie a la intacta cala Pedrosa, si bien hay barcos turísticos que se acercan a la cueva e incluso la atraviesan. La virginidad del acantilado apabulla.




Puente de piedra, Sant Antoni de Portmany (Ibiza)

Se trata de un hito paisajístico de la cala Albarca, muy bien preservada debido a su arisca verticalidad. Contados 1,7 kilómetros desde la iglesia de Sant Mateu, en medio de una arboleda, embocamos la pista. Luego habrá que descender a pie todo el acantilado por una pista inundada de pinos, brezos, plantas aromáticas. Muchos regresan exhaustos al coche. En el puente quien más quien menos se sube para que otro realice la instantánea inolvidable.


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