Elon Musk quiere enviar naves no tripuladas a Marte en 2018 y este mismo año promete revelar sus planes para colonizar a nuestro vecino. La NASA pretende llevar astronautas al planeta rojo en la década de 2030. Antaño digno de ciencia ficción, el sueño de colonizar otros mundos ya no parece tan imposible, pero arroja dudas sobre su viabilidad tecnológica y su necesidad. La exploración forma parte de la naturaleza humana desde el origen de la especie, ¿ha llegado el momento de comenzar una nueva etapa?
"Va a ocurrir, es inevitable", asegura a Teknautas con rotunidad el investigador del Instituto de Geociencias de la Universidad Complutense de Madrid Jesús Martínez-Frías. El experto admite ilusionado que espera ver, en veinticinco o treinta años, la llegada del ser humano a Marte. "Somos el animal mejor adaptado a las condiciones extremas, capaces de paliar nuestras carencias y adaptar el ambiente mediante la ciencia y la tecnología".
La cuestión es dónde 'buscar piso'. Como un joven estudiante que se independiza sin alejarse demasiado de la casa paterna para asegurar el aporte continuo de táperes y ropa limpia, el primer requisito de nuestro nuevo hogar debería ser su cercanía a nuestro planeta. "Al menos en el próximo siglo los temas de habitabilidad relativos a nuestra migración se concentran en el llamado 'espacio cercano a la Tierra', que incluye la Luna, Marte y los asteroides", aclara Martínez-Frías.
Dentro de este espacio, la conocida como 'zona de habitabilidad' facilitaría mucho las cosas. Esta región, ni muy cerca ni muy lejos del Sol, garantiza unas condiciones más fáciles para el ser humano. Fuera de este 'barrio', las lunas heladas todavía podrían albergar algún tipo de vida microscópica, pero el 'Homo sapiens' lo tendría mucho más difícil.
La conquista del espacio será gradual: la propia Estación Espacial Internacional ya es una suerte de colonia semipermanente en órbita. La idea no es nueva, pues en los años 70, en plena fiebre por la conquista espacial, el físico Gerard K. O'Neill describió una colonia con la forma de dos cilindros rotatorios, de 32 kilómetros de largo, que podría albergar a varios millones de personas orbitando alrededor de la Tierra. En la misma época, un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford diseñó un hábitat similar pero con forma de anillo.
El paso lógico siguiente a estas colonias en órbita serían las colonias semipermanentes en un cuerpo celeste. Martínez-Frías explica que existen "un montón de estudios rigurosos" para el establecimiento de bases "semipermanentes" en la Luna. El investigador, que también participó en la misión del rover Curiosity, ha estado implicado en algunos de ellos. "Los programas humanos para colonizar la Luna y Marte son una realidad", añade.
Estas estaciones, según Martínez-Frías, nos permitirán disponer de recursos, agua y alimentación; también garantizarán el viaje continuo de vuelta a la Tierra, "el campamento base durante cincuenta o cien años".
Tras eso llegaría la colonización propiamente dicha, con bases permanentes. Esta etapa es más complicada, pues requiere de mucha más infraestructura; Martínez-Frías opina que la Luna es la candidata inicial perfecta, pues "está más cerca y hay muchos estudios sobre sus recursos".
Terraformación marciana
Esto no quiere decir que sea imposible habitar Marte tal y como Musk desea. La terraformación —modificar el planeta para que se adapte a nuestras necesidades— es muy especulativa, pero Martínez-Frías comenta que hay estudios serios. En cualquier caso es mucho más sencillo diseñar espacios con atmósferas adecuadas para la vida humana. Sobre todo si se tiene en cuenta que los planetas tienden a recuperar su equilibrio, por lo que resulta poco probable que la terraformación sea permanente.
Alcanzar mundos fuera del sistema solar —y no digamos fuera de la galaxia— plantea retos adicionales que algunos investigadores y autores de ciencia ficción han intentado sortear —enviando por ejemplo naves con embriones humanos—, pero Martínez-Frías considera que la colonización fuera de la zona cercana a la Tierra es demasiado complicada.
El astrofísico Stephen Hawking es uno de los defensores de la conquista espacial más acérrimos y populares. La filosofía tras esta postura es clara: algún día una catástrofe podría destruir la Tierra, así que más vale prevenir y asegurar la supervivencia humana con colonias en otros planetas. Hasta que ese día llegue, investigadores como Martínez-Frías, que pudieron observar la llegada del hombre a la Luna, esperarán y trabajarán para poder ver cómo el ser humano pisa Marte.
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