viernes, 3 de junio de 2016

ODA AL "TURISMO LENTO"

La falta de tiempo nos ha llevado a que funerarias ofrezcan el servicio de asistir a un funeral sin bajarse del auto”, así arranca su charla Carl Honoré –autor del célebre libro Elogio de la lentitud, entre otros, y promotor del movimiento slow– mientras ilustra su presentación con la foto de una funeraria en Chicago, donde la gente despide al muerto a través de un cristal.
La idea de que los que viven despacio son estúpidos, improductivos, aburridos o simplemente perdedores está empezando a cambiar. El movimiento slow no reniega de lo rápido ni promulga vivir como tortugas, sin embargo intenta que cada vez más gente haga las cosas a su justa velocidad. La promesa de esta tendencia es encontrar el ritmo adecuado para cada momento, aun cuando se trate de tener sexo, comer, educar a los hijos o, incluso, viajar.
El turismo lento –slow travel, en inglés– promueve el arte de viajar más despacio, sin una agenda hiperdetallada, buscando calidad, placer, desconexión, humanidad y, sobre todo, un ritmo para disfrutar del paseo sin volver agotados de nuestras vacaciones.

Según el Slow Travel, es mas fácil generar turismo lento a través de la cultura, la historia y el contacto con la naturaleza. 


El arte de viajar bien 
Con el desarrollo de las nuevas tecnologías, es común que, al llegar a destino, hagamos un minivideo para enviarlo por WhatsApp, nos tomemos una selfie para postear en Facebook y le apliquemos el filtro de “invierno” a otra foto para subirla a nuestra cuenta de Instagram. Siempre conectados a las redes sociales, de repente, nos convertimos en productores de nuestras propias vidas.
Debido a esa tendencia, empezaron a surgir hoteles en los que le quitan el celular al huésped durante su estadía para que pueda descansar o agencias de viaje que ofrecen itinerarios menos apretados. Basados en el slow travel, o turismo lento, cada vez surgen más cadenas de hoteles que invitan a sus huéspedes a dormir la siesta o, incluso, a conectarse con una hora slow que consiste en generar espacios y momentos comunes a través de la promoción de charlas entre los propios huéspedes.

Descubrir lo “no googleado” 
Otra característica del slow travel es dejar que el destino nos sorprenda. La gran mayoría de los viajeros, antes de tomar el avión o de salir por la ruta, entramos a Google y planeamos cada detalle. De esa manera, conocemos el destino y casi que lo experimentamos antes de viajar. En Internet abundan reseñas, valoraciones, fotos y videos. ¡Error! Llegamos al destino y ya conocemos todo, sólo nos queda sacarnos selfies y volver a casa. 
“Se gana mucho más cuando disponemos de tiempo porque el descubrimiento más hermoso es el no googleado”. A su vez, nos desafía a que probemos llegar a un destino sin tanta información y entender que perdernos en una ciudad y descubrir intuitivamente cómo regresar nos dará más emoción y placer y ampliará, incluso, nuestro horizonte cultural. 

La magia del detalle 
El slow travel debe priorizar lo local. En un mundo globalizado, hoteles, excursiones y comidas tienden a parecerse. La magia de un destino radica en los pequeños detalles locales no masificados. Conseguir que un lugareño nos cocine o nos enseñe los verdaderos platos típicos puede ser más interesante que visitar el restaurante más valorado en Trip Advisor. 
Debemos buscar las tendencias autóctonas, pero para disfrutar verdaderamente de todo un viaje slow necesitamos de un único ingrediente común que no siempre entra en nuestra valija o mochila: el tiempo. Por eso, lo mejor es visitar una ciudad sin tantas investigaciones previas, sin agenda, empleando horas o días para reconocer y apreciar detalles arquitectónicos, bibliotecas y bares, interactuando con la gente del lugar.

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